“La elegante señorita del establecimiento
me miró de arriba abajo desde detrás del mostrador y, sin hacer el menor
movimiento, sentenció que no tenía faldas de mi talla: ¡Es usted demasiado
grande! – dijo.
–
¿Comparada con qué? – repliqué.
–
Pues con la talla 38. Lo normal es una 36 o una 38. Las tallas grandes, como la
que usted necesita, puede encontrarlas en tiendas especiales.
Era
la primera vez que me decían semejante estupidez respecto a mi talla.
– Y
¿se puede saber quién establece lo que es normal y lo que no? – pregunté
a la dependienta como queriendo recuperar algo de mi seguridad si ponía a
prueba las reglas establecidas. – ¿Quién ha dicho que todo el mundo deba tener
la talla 38? – bromeé, sin mencionar la talla 36, que es la que usa mi sobrina de
doce años, delgadísima.
– La
norma está presente en todas partes, querida mía. En las revistas, en los
anuncios. Es imposible no verlo. Si aquí se vendiera la talla 46 ó 48, que son
probablemente las que usted necesita, nos iríamos a la bancarrota. Pero ¿en qué
mundo vive usted, señora? Lo siento, pero no puedo ayudarla, de verdad.
–
Pues vengo de un país donde no existen las tallas en la ropa de mujer –
repliqué-. Yo misma me compro la tela, y la costurera del barrio o un artesano
me hacen la falda que le pido a medida. De hecho, si quiere que le diga la
verdad, no tengo ni idea de qué talla uso.
–
¿Quiere usted decir que no vigila su peso? – me preguntó con cierta
incredulidad.”
A lo largo del
tiempo, se ha interiorizado el estereotipo de mujer. Es decir, se reproduce el
discurso de la sujeción, cómo ser sumiso, débil, sensible y no racional se ha
visto como una débil posición en la sociedad potenciando la aceptación y
pervivencia de los discursos dominantes y legitimados. En cuanto al discurso de
la sujeción según Marín y Gómez (2004) “las
mujeres viven rodeadas de discursos de sujeción”, mientras
que el de los varones es de dominación.
En consecuencia, se ha de analizar cómo se
construyen las identidades, discriminación y asimetría. Pues bien, en el
androcentrismo inhibido prima la posición del varón en la que la participación
de la mujer resulta minimizada y poco visible. Las personas clasifican, distinguen y categorizan en
grupos (género) a los miembros de una sociedad asignando determinadas características
con las que se identifica y “etiqueta”. Asimismo, el individuo adquiere una
comprensión respecto a si mismo y respecto al saber de aquello que se considera
“natural” y “normal”.
Es por ello que, en esta nueva entrada se
inicia con un acontecimiento real. Situación
en el que Fatema Mernissi (mujer
feminista, siendo una de las intelectuales marroquíes más conocidas en Europa)
reflexiona referente a la violencia
simbólica.
Consecuentemente, ¿qué podemos abordar desde
la asignatura “Programas de Acción
Sociocultural y Educativa”? Desde la
mirada de la teoría sociocultural,
algunas culturas enfatizan las diferencias de
género convirtiéndose éstas en el modelo de los esquemas de género adoptado e
interiorizado por los/as niños/as.
En cierto modo, según Pastor y Bonilla (2000) transmiten que “la
génesis de los esquemas se apoya en una importante dimensión sociocultural que
refuerza la formación de la identidad de género con criterios de deseabilidad
social, los cuales influyen en el procesamiento de información (…) las redes de
conexión del sujeto y la cultura, en donde se expresan las marcas identitarias (…) a través del imaginario social por medio
de los modelos de género, y se presente y se percibe como un patrón de
bienestar y ajuste social”.
Debido a ello, la “Animación Sociocultural y Educativa” se basa en que
los propios participantes sean ellos partícipes de la propia transformación,
cuyas actuaciones sean dinámicas (consecuencia participación de las personas),
necesitando de una planificación que sea capaz de superar la división de la
teórica y la práctica, siendo un gran objetivo la vinculación conociendo la
realidad. Asimismo, ofreciendo incluso actividades intergenaracionales (una
peculiaridad interesante).
Por consiguiente, la “Animación Sociocultural
y Educativa” supone la intervención socio-educativa “como complemento,
compensación y corrección de situaciones que reclaman acciones educativas que
las instituciones tradicionales no pueden ofrendar” (Montoya Sáenz, J.M.,
1997:75). Y desde esta visión visión de la “Animación
Sociocultural y Educativa” ofrecida y una vez analizada la situación que vivió
Mernissi… ¿Consideras que se pueda afrontar la violencia simbólica?
Finalmente… obsérvate frente al espejo,
mírate fijándote en cada parte de tu cuerpo… ¿Qué sucede?, ¿cómo te describes?,
¿estás bien? Ante tales respuestas... ¿te dejas llevar por el estereotipo de
belleza vigente?
Quizá el siguiente vídeo te ayuda a obtener
una mayor reflexión:
Más información en:
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